Las plantas son la base de la pirámide alimentaria mundial, y de ellas depende toda la vida en el planeta. Hasta ahora, hemos visto a las plantas como organismos simples y sin sistema nervioso, a los cuales podemos podar, romper o comer sin demasiados escrúpulos, pero... ¿qué sucedería si las plantas pasaran al ataque? Que se lo pregunten a los más de 3 000 antílopes que murieron en Sudáfrica a finales de los años ochenta. Por entonces, un gran número de cotos de caza dedicados a la reproducción en semilibertad de especies cinegéticas sudafricanas, empezaron a detectar muertes inexplicables de kudús, uno de los grandes antílopes de aquellas tierras. Los kudús morían a centenares sin motivo aparente. Incluso se hicieron autopsias de animales fallecidos que no dieron ningún fruto, por lo que los granjeros decidieron contactar con la Universidad de Pretoria para que investigaran el asunto, ya que el kudú era una de las especies más solicitadas para su caza.
Tras unos primeros estudios, los análisis efectuados en los hígados de los kudús muertos detectaron una concentración de taninos que llegaba a ser cuatro veces más alta de lo normal. Los animales estaban muriendo intoxicados por la gran cantidad de taninos que ingerían. No obstante, se desconocía el origen de dicho envenenamiento masivo, habida cuenta de que, debido a su estado de semilibertad, no se había detectado ningún cambio en su alimentación herbívora, más allá de una persistente sequía que afectaba la zona y que obligaba a los kudús a comer más hojas de acacia de las habituales. Al estudiar la acacia, se detectó que, cuando se imitaba un «ataque» de kudús –a base de quitar los brotes y romper ramas–, pasadas dos horas, las hojas supervivientes aumentaban su concentración de taninos hasta un 250 %.
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